La falacia: el envenenamiento en la argumentación

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1. Introducción

La comunicación es una herramienta poderosa para cualquier especie animal, alcanzando su máximo exponente en el ser humano. La usamos a diario como si no nos costara nada, sin esfuerzo y automáticamente, pero que esto no os engañe. Se necesita una ingente capacidad cerebral para poder llevar a cabo este ejercicio que nos parece tan fácil y mostrar nuestra pericia a la hora de comunicarnos con otros, al mismo tiempo que debemos entender el mensaje que nos intentan transmitir para responder coherentemente. Nuestra naturaleza gregaria y social, más otras circunstancias coadyuvantes, han hecho necesaria esta sofisticación hasta tal punto que existen áreas del cerebro destinadas a funciones concretas del lenguaje, como la producción, comprensión, repetición…

Sin embargo, que hagamos alarde de esta gran habilidad con notable virtuosismo, no implica que seamos infalibles en la práctica y no cometamos errores. De facto, cometemos muchos fallos, y en la mayoría de ocasiones pasan desapercibidos. De manera ordinaria, usamos el lenguaje de forma aparentemente correcta, pero que analizada lógicamente resulta no serlo internamente. Estos errores se llaman falacias y, por desgracia, son bastante habituales en nuestra vida diaria, formando parte comúnmente de nuestro sistema básico de argumentación. Son errores que cometen personas de todo tipo, independientemente de su nivel cultural, género, etnia, posición social… La usan tus vecinos, familiares, políticos, catedráticos… Muy poca gente se salva.

En este artículo veremos qué es un argumento, una falacia (o mal argumento) y los principales tipos de falacias que existen. Además, acabaremos con algunas reflexiones sobre aspectos relacionados con la argumentación y una actividad para conseguir incorporar la el arte de la buena argumentación en nuestras vidas.

2. ¿Qué son los argumentos?

Argumento, del latín argumentum, es definida por la RAE como “Razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega”. Básicamente, es un recurso usado para persuadir a alguien para que te dé la razón o acepte una conclusión dada. Un argumento está conformado por una serie de premisas y unas conclusiones que se desprenden de ellas, es decir, plantea un modelo de “pregunta” que se apoya de su respuesta para servir como exposición al oyente en pos de convencerle de lo dicho.

En lógica, un valor de verdad es un valor que indica en qué medida una declaración es cierta. Un recurso típico para su ilustración es la denominada tabla de verdad, que indica la veracidad de las conclusiones en función de si son ciertas o falsas las premisas.

Los argumentos pueden dividirse en dos tipos: argumentos deductivos y argumentos inductivos. Se podría decir que un argumento deductivo resulta en una conclusión concreta obtenida de una acumulación de datos u observaciones, y el argumento inductivo es una generalización realizada desde datos concretos. En este sentido, el argumento deductivo, si es coherente, siempre tendrá valor de verdad, mientras que esto no ocurre en la inducción.

Si tuviéramos que presentar pormenorizadamente cada argumento en forma de premisas y conclusiones, un argumento deductivo puede construirse de la siguiente manera:

  • Premisa 1: Todos los seres humanos son mamíferos.
  • Premisa 2: Napoleón era un ser humano.
  • Conclusión: Napoleón era mamífero.

Si las premisas son correctas, la conclusión inevitablemente también lo es. Esto es un argumento deductivo, también llamado argumento formal. Fíjese que en este argumento estamos sacando una conclusión de datos generales (deducción) extraídas de las condiciones que se han observado en todos los seres humanos y los mamíferos.

En el caso de un argumento inductivo, podríamos considerar:

  • Premisa: El gallo suele cantar y despertarme cada día a las 07:00 de la mañana.
  • Conclusión: Mañana cantará el gallo a las 07:00 de la mañana y me despertará de nuevo.

Si la premisa es cierta, es muy probable que la conclusión también lo sea. Fíjese que con este argumento lo que hacemos es extraer de una cantidad finita de casos una regla general (inducción).

Ejemplar de cuervo encapuchado

Sin embargo, aquí podemos empezar a cuestionarnos que, al contrario que en el caso de Napoleón donde no hay margen a la duda respecto a la conclusión, en el ejemplo del gallo no hay una seguridad férrea de que al día siguiente cante de nuevo a la misma hora. Realmente hay una probabilidad de que cante más tarde, más temprano o incluso que no cante por cualquier razón (p.ej. quizás la cocinaron en pepitoria y RIP gallo). Entonces, algo que se debe tener en cuenta es que, en el proceso inductivo, por muy sólidas que sean las premisas, las conclusiones tienen cierta probabilidad de ser falsas ya que en muchas situaciones es imposible abarcar la totalidad de los casos. La única forma de estar seguros de la total veracidad de un argumento inductivo es que puedan observarse todos los casos posibles, cosa inabordable generalmente. Por ejemplo, la proposición “Todos los cuervos son negros” es una inducción. Te basarías en un conjunto limitado de observaciones (quizás cientos de casos) en que has visto sistemáticamente que los cuervos son completamente negros, pero no estás teniendo en cuenta los que no has observado, que son muchos cientos de miles más. Sin embargo, podrías defender esta sentencia y estar seguro de ello con una alta probabilidad. Y el caso, lamento decirte, es que si defendieras esta proposición te estarías equivocando porque realmente sí existen cuervos que no son completamente negros, como el cuervo encapuchado cuyo plumaje tiene una mayor proporción de blanco.

3. Las falacias, el arte de la distorsión argumentativa

Una vez entendemos qué es un argumento y por tanto estamos en disposición de diferenciarlo de otras cosas que no lo son, podemos entrar en el mundo de las falacias. Una falacia implica un error de razonamiento, y suele ser un argumento que en muchas ocasiones parece adecuado en primera instancia, e incluso ser correcto tanto en las premisas como en las conclusiones dadas. Sin embargo, la argumentación está basada en un razonamiento inválido subyacente y, por tanto, una falacia es sinónimo de un mal argumento. Es habitual que pasen desapercibidas al tener una estructura parecida a los argumentos válidos, pero si se analizan bien, es “fácil” ver que esconden algún tipo de error o defecto que no las hacen funcionales en una adecuada argumentación. Y digo “fácil” porque también es matizable. Estamos tan acostumbrados a usarlas en nuestra vida diaria, en nuestras discusiones e intercambios de opiniones, que prácticamente podemos autoproclamarnos expertos en la materia, y es por eso mismo que hace necesario un intento consciente y deliberado por detectarlas y utilizar en su lugar argumentos y razonamientos adecuados para sobrescribir nuestras pautas dialécticas defectuosas, así como prevenir o gestionar las falacias que otras personas utilicen con nosotros voluntaria o involuntariamente.

Podemos diferenciar dos tipos de falacias: falacias formales y falacias informales (o materiales). Las falacias formales son falsas desde su base. Tienen una estructura que no sostiene el argumento en ningún momento y este mal procedimiento en su construcción hace que carezcan automáticamente de valor de verdad. Sencillamente, no siguen las reglas fundamentales de la lógica racional. Por ejemplo:

  • Premisa 1: Si hace mucho frío entonces te espero dentro del teatro.
  • Premisa 2: No hace frío.
  • Conclusión: No estoy dentro del teatro.

El argumento parece seguir una trayectoria lógica en cuanto a su estructura, pero cuando le prestamos un poco de atención vemos que el razonamiento no es correcto. Es tan simple como que la conclusión no puede desprenderse de las premisas de ninguna forma. El condicional de la premisa 1 aduce que si hace frío estará dentro del teatro, pero no dice qué ocurre si no hace frío, por lo que puede estar tanto dentro como fuera del teatro e incluso en algún bar cercano. Por tanto, la tajante conclusión no se desprende realmente de las premisas, no se puede garantizar la verdad de la conclusión por el simple hecho de poderse presentar otras posibilidades igual de plausibles que el estar fuera del teatro. Aunque parezca simple, esto puede complicarse, pero el intento de entenderlas puede hacerlas divertidas. Sin embargo, este tipo de argumentos son poco usuales en la vida diaria, por lo que no le dedicaremos mucho tiempo. Nos centraremos principalmente en las falacias informales.

Las falacias informales o materiales son las más usuales y por ello las más peligrosas. No solo por el hecho de su mayor frecuencia, que las hace ser las más probables a la hora de envenenar un debate, sino que por esa misma frecuencia se han convertido en recursos tan familiares y normalizados en nuestra cotidianeidad que abusamos de ellas sin darnos cuenta de que no son argumentos funcionales. Este tipo de falacias pueden tener incluso una buena estructura y seguir un buen razonamiento, y pese a ello no dejar de ser incorrectas. Por ejemplo: “Mi primo está enfermo porque no está sano”. Nadie cuestionaría el valor de verdad de ese argumento, es lógicamente válido, sin embargo, no tiene realmente ningún sentido explicativo. No aporta nada, y además redunda de forma circular en el mismo hecho: ambién podríamos decir “Mi primo está sano porque no está enfermo” ya que una cuestión lleva inexorablemente a la otra. No sería un argumento adecuado a utilizar en una conversación donde quieras argumentar las razones por las qué está enfermo tu primo. Otra cosa sería que dijeras qué dolencia padece, la razón de por qué está enfermo: “Mi primo está enfermo debido a que en el último chequeo le detectaron enfermedad de Crohn”.

Por ende, como las falacias tienen que ver más con un razonamiento inadecuado, y las formas de razonar pueden ser infinitas, hay infinitas formas de falacias. Lo que no es infinito es este artículo, y como por suerte existen grupos de falacias que se cometen más que otras, en la presente lectura podemos ver las más habituales.

Las falacias informales suelen cometerse inconscientemente, de tan asumidas que las tenemos, pero también pueden ser usadas para la manipulación y el engaño. Es por ello que su estudio resulta esencial para cualquier persona y de esa forma pueda prevenir dicha manipulación o que se dé una discusión totalmente improductiva.

En los siguientes apartados veremos unos cuantos tipos de falacias informales, veremos en qué consisten y algunos ejemplos. De esta forma, tendrás una buena base con la que cotejar tus conversaciones y debates para evaluar su calidad, enriqueciendo tus futuros coloquios y evitando la manipulación de personas que quieran emplear métodos de tergiversación y manipulación contra ti para poder ganarte a toda costa.

4. Tipos de falacias

4.1. Falacias informales o materiales

Argumentum ad hominen o falacia contra el hombre

Este tipo de argumento se centra en atacar a la persona y no a su argumento. Esta falacia es muy habitual, y se desvía por completo del núcleo de debate para desprestigiar a la persona que hay detrás del argumento. Su sentido es simple: si se deja en evidencia a la persona, entonces su argumento también perderá valor.

  • Ejemplo: Imagina que un colegio está en plenas elecciones para elegir su nuevo director o directora. Cada uno expone su propuesta hasta que uno de ellos, Alberto, comenta la serie de reformas que tiene planeadas en su programa. En esto, uno de los candidatos comenta “No podemos esperar que Alberto haga bien su labor como director de la escuela si ni tan siquiera sabe dirigir bien su vida sentimental ¡Pero si se ha divorciado 5 veces!”.

Seguramente, habrás escuchado ataques como estos en innumerables ocasiones. Sin embargo, esto es absurdo realmente. Atacar a la persona no debería quitar o dar razón y veracidad a sus argumentos. En este caso, la persona es independiente del sentido lógico de lo que dice; no tiene nada que ver el éxito que tenga Alberto en sus relaciones románticas con la calidad de su propuesta y su posible éxito como director de escuela. Este argumento se trata entonces de un recurso basado en prestar atención a cualquier elemento arbitrario de la persona para desacreditarlo.

Ningún aspecto personal como el género, edad, clase social, etnia, posicionamiento político… es suficiente para contrarrestar un argumento, sobre todo cuando además no guarda relación alguna con el tema principal de lo que se discute.

El falso dilema, falacia del tercero excluido o falsa dicotomía

Esta falacia consiste en presentar injustificadamente una situación acotada a solo dos alternativas, como si no pudiera haber más posibilidades. Básicamente, se fabrica de manera reduccionista una realidad donde sólo caben dos consecuencias o condiciones, exponiéndosela a alguien y persuadiéndole de que no existen otras circunstancias.

  • Ejemplo 1: Son tres amigos discutiendo sobre la causa detrás de un comentario que hizo el jefe de uno de ellos. Uno de los amigos supone “Es evidente por qué te dijo eso de -quizás no nos veamos el lunes…- y es que te va a despedir o se lo está pensando”.

Su argumento, basado en el comentario del jefe, concluyen en solo dos alternativas: bien ha tomado la decisión de rescindir su contrato laboral o bien es algo que se está pensando y lo determinará antes del lunes. Sin embargo ¿de verdad no hay otras posibilidades? De hecho, sí, las que se te ocurran: puede ser una broma; quizás el jefe se tome una semana de vacaciones, por eso no acudirá al trabajo y no se verán; quizás pueda haber un cambio de horario y por ello podrían no coincidir… Pero el amigo lo ha reducido solo a dos opciones. Y aunque estas posibilidades parezcan coherentes, lo cierto es que no puede justificarse de ninguna forma para que efectivamente sean las únicas explicaciones al comentario del jefe. Básicamente, estos casos son como el prototípico “estás conmigo o estás contra mí” (como si la neutralidad no existiera).

  • Ejemplo 2: Eva y Samuel son una pareja que llevan ocho años juntos. Un día están discutiendo sobre su relación, en la que están pasando por un fuerte bache. El chico dice “Eva, no podemos seguir así… Solo te digo que ¡o cambias tu comportamiento o al final harás que dejemos la relación!

En este caso, Samuel de nuevo plantea únicamente dos consecuencias derivadas de la conducta de Eva: o Eva cambia, o su conducta será causa de su futura ruptura. Aunque ignoremos a qué se refiere Samuel en relación al comportamiento de Eva, la realidad es que pueden ocurrir otros desenlaces o incluso tratarse de otras formas más allá de las propuestas por Samuel. Por ejemplo, puede que en cualquiera de los casos sigan juntos más años incluso sin que dicho comportamiento haya cambiado, ya sea porque no se atreven a romper o porque han aprendido a tolerarse mejor. También cabe la posibilidad que, del mismo modo que Eva puede cambiar para que la pareja se reajuste mejor, en lugar de ella sea Samuel el que cambie para el mismo propósito. Al fin de al cabo, y usando un símil sencillo como ejemplo, una botella puede cerrarse o abrirse no solo sosteniendo la botella y girando la tapa, sino también sosteniendo la tapa y girando la botella (¿o esto es también una falsa dicotomía? 😂).

Argumentum ad ignorantiam o llamada a la ignorancia

Este argumento se basa en utilizar la falta de pruebas en contra de una hipótesis o afirmación para determinar que entonces esa hipótesis o afirmación es cierta. Es decir, a un hecho dado, se le intenta reforzar y otorgar veracidad con argumentos fundamentados en la ausencia de evidencias que la refuten.

  • Ejemplo: Una persona defiende que la construcción de las pirámides resultaba demasiado compleja para que pudiera realizarse únicamente mediante la tecnología humana presente en el antiguo Egipto. Por ello postula fervientemente que tuvo que recibir algún tipo de ayuda externa procedente de seres inteligentes de origen extraterrestre, por lo que supone “Hasta ahora los arqueólogos no han descubierto la metodología que usaron los antiguos egipcios para desplazar y levantar esos bloques de granito de varias toneladas para construir las pirámides. Eso es justamente porque no pudieron hacerlas ellos. Si precisamente no encuentran el cómo, es porque los métodos proceden de otras razas mucho más avanzadas… ¡seguramente alienígenas!”

El problema de este tipo de argumentos es que se asientan en unas bases erróneas. Para demostrar la veracidad de una hipótesis o afirmación, esta solo puede apoyarse mediante pruebas tangibles o mensurables que le den soporte. En ningún momento la inexistencia de pruebas son un claro signo de que aquello para lo que se intenta dar respuesta es cierto. La ciencia, el derecho y cualquier otro campo que implique la demostración de las cosas basan su trabajo en encontrar pruebas que den cobertura o no al objeto de estudio o de juicio. De lo contrario, sería tan sencillo asumir la existencia de los reyes magos porque nadie los ha visto nunca, o más absurdo aún, condenar a una persona de asesinato porque no se han encontrado pruebas que lo incriminen.

Aclaración: respecto al ejemplo utilizado, los arqueólogos han hallado en estudios multi e interdisciplinares los posibles métodos que podría haber usado la civilización egipcia para la construcción de las pirámides, como el uso de trineos y la humidificación de la arena para arrastrar los bloques, el uso de rampas para cargarlas en las pirámides o la adhesión de cilindros a la piedra que facilitara su desplazamiento.

Argumentum ad misericordiam o apelación a la misericordia

Esta falacia consiste en apelar a la pena, la piedad o la compasión como razón única y suficiente para aceptar o apoyar cierta decisión o punto de vista.

Se trata de un tipo de manipulación emocional que busca influir en la otra persona para convencerla a que falle a favor de los intereses personales.

  • Ejemplo: Un alumno universitario se encuentra ante su última oportunidad de aprobar una asignatura. Si no la aprueba, tendrá que repetirla al año siguiente y con un coste mayor en su matriculación. El alumno lo suspende con un 4,5 y en la revisión del examen le dice al profesor de la materia “Este era mi única opción para salvar la materia. Estaba tan nervioso por no aprobar que apenas me he concentrado y dormido bien, además de que mi familia me ha presionado mucho con esto. Lo he pasado fatal, con mucha ansiedad, y creo que por eso acabé suspendiendo. Pero me sé perfectamente el contenido, no debería estar suspendido…”

Es evidente que, aunque pueda haber relación entre las cuestiones personales del chico y su rendimiento en la prueba, estas no presentan ningún puente que permita justificar un cambio de decisión del profesor en la nota obtenida por el alumno. La evaluación se basa en unos criterios referentes únicamente a la prueba realizada, y basar los argumentos a favor del aprobado a la apelación de vivir una situación complicada está fuera de todo análisis. El examen solo puede considerarse aprobado o suspendido en función única y exclusivamente del contenido, y ante la falta de calidad del mismo, el chico decidió influir emocionalmente en el profesor para conseguir que cambiase la nota.

Argumentum ad populum o apelar al pueblo

Este tipo de falacias suelen ser bastante potentes. Consiste en apelar a la mayoría para reforzar una aseveración o proposición. De esa forma, parece que una proposición tiene que ser cierta o no en función de lo que opine al respecto la mayoría de personas.

Es un recurso poderoso en la medida que tiende a ser creíble algo que es sostenido por mucha gente. Si una cuestión es defendida por tantas personas, aparentemente no debería ser errónea. Sin embargo, coincidirás conmigo en que no tiene que ser precisamente así. A lo largo de la historia la mayor parte de la población ha defendido ciertos juicios, opiniones o creencias que con el tiempo se han rebatido. Actualmente presentamos hábitos que se refuerzan con el boca a boca y la repetición, pero que no son para nada adecuados en muchas ocasiones.

  • Ejemplo: Una madre está con una amiga y sus respectivos hijos en el parque pasando la tarde. En un momento dado uno de los niños se cae y se hiere en la rodilla, que le empieza a sangrar. Las madres van a atenderle y la que no es la madre del niño herido saca un bote del bolso y dice “toma, échale un poco de agua oxigenada para limpiarle esa herida”. La otra a dice “¿Agua oxigenada? He escuchado que no es lo más aconsejable…”, pero la mujer insiste “¿Qué dices? Pero si es lo que ha usado todo el mundo cuando se hace una herida, y además es mejor que el alcohol porque escuece menos”.

El argumento parece convincente y da seguridad, y es cierto que es habitual echarse agua oxigenada cuando nos hacemos alguna herida abierta no muy grave para desinfectarla. Si se trata de tanta gente, está claro que no harían algo que pudiera ser contraproducente para ellos mismos. Pero la verdad es que no, el agua oxigenada no es lo más recomendable. Lo cierto es que tanto el alcohol como el agua oxigenada no deberían ser la primera opción para desinfectar una herida abierta. El problema de estos productos es que no solo son capaces de combatir los gérmenes, sino que además su efecto es bastante inespecífico y ataca todo tejido orgánico con el que entre en contacto. Por tanto, también generará daños en la piel dificultando el proceso de cura. Además, al reaccionar también con nuestro propio tejido, su efecto para combatir los gérmenes acaba siendo menor. Lo más recomendable en estos casos es utilizar agua y jabón para la herida, y suero fisiológico si se quiere limpiar. Si tienes un bote de agua oxigenada, te recomiendo ir a él para comprobarlo. Podrás ver tú mismo que en alguna parte de la etiqueta aparece la indicación “antiséptico para piel sana”.

En cualquier caso, podemos retrotraernos al siglo XIV por poner otro ejemplo, y la convicción que se tenía sobre el movimiento de los cuerpos celestes. Ellos te defenderían que es el universo el que gira en torno a la Tierra, que eso es una obviedad. Es algo que “todo el mundo sabe”.

La falacia de la ambigüedad

Se trata de utilizar la ambigüedad del lenguaje para llevar a cabo un argumento tendencioso, tergiversando lo que se está diciendo gracias a los diferentes significados de un mismo término.

  • Ejemplo: Imagina una discusión entre una persona con fuertes convicciones políticas con otra de corte anarquista. El primero, para defender la necesidad de un sistema reglado y normativo, defiende lo siguiente “Todo se rige por leyes naturales inevitables que dan un orden concreto a la realidad. De la misma forma las leyes otorgan sentido a nuestra realidad social; de lo contrario no se podría mantener ningún orden y nos comportaríamos como animales salvajes”.

El ejemplo está utilizando el término “ley” con dos puntos de vista distintos, lo cual hace que la relación sea absurda y por tanto se esté usando una mala argumentación. Por un lado se está hablando de leyes físicas de la naturaleza que da determinado orden a nuestro universo (los objetos que caen al suelo cuando se arrojan se describe mediante la ley de la gravedad, el objeto que tiende a mantener su estado de movimiento si no se le ejerce ninguna fuerza se describe por la 1º ley de Newton…), pero esto nada tiene que ver con las leyes de nuestro sistema legislativo para mantener el orden social basado en un conjunto de reglas, deberes y consecuencias que se aplican en virtud de dichas leyes.

Falacia de la causa falsa (post hoc ergo propter hoc)

Se basa en atribuir causalidad a un hecho A por preceder a otro hecho B. Esto ocurre mucho por la tendencia a confundir contigüidad y contingencia.

La contigüidad es la simple concurrencia temporal entre dos hechos, es decir, que un hecho ocurre junto a otro (generalmente la asociación es más fuerte cuanto más próximos en el tiempo son los eventos entre sí). Esto no implica ninguna relación causal. Sin embargo, la contingencia supone la ocurrencia de un hecho B sí o solo sí ocurre un hecho A previo, y donde B no ocurre en ausencia de A; cuando sucede esta relación si podemos estar en disposición de hablar en términos de causalidad.

  • Ejemplo 1: Un amigo habla con otro sobre algo que le ocurrió el día anterior con su computadora “Ayer instale un programa de análisis de datos para realizar un informe y poder trabajar desde casa. Después de instalarlo me dio un pantallazo azul… No debí haber instalado el programa ¡No quiero que se me rompa la computadora!”

En este ejemplo vemos como la persona está relacionando causalmente los dos hechos por el mero hecho de presentarse con cierta relación temporal. Sin embargo, asumir que el programa es causa del pantallazo azul es muy precipitado. Puede serlo, pero para ello habría que hacer una serie de comprobaciones. En realidad, también puede ser un problema de drivers o actualizaciones de la computadora que resultan no compatibles con sus componentes físicos, y casualmente ha ocurrido el pantallazo azul después de instalar el programa pero no siendo el programa causa del mencionado pantallazo.

  • Ejemplo 2: “Desde que han sacado videojuegos violentos, los niños son más agresivos que antes”.

Es otro ejemplo claro de esta falacia. No es un argumento consistente porque no hay ninguna prueba que indique que los videojuegos violentos sean causa de un supuesto incremento en la agresividad de los jóvenes. De hecho, los estudios indican que no hay relación entre ambos fenómenos. El simple hecho de que hayan aparecido juntas, más la tendencia del observador en encontrar dicha correlación, hace que se tinte de causalidad dos hechos que realmente no están conectados. Esa “tendencia” se llama sesgo de confirmación y puede ser un factor importante en la falacia de la causa falsa, en la que una persona es más propensa a atender la información que valida su opinión o idea, y a desatender la que la invalida.

Falacia de composición y de división

Son dos tipos de falacia, donde la falacia de composición implica extrapolar de la parte al todo, y la falacia de división del todo a la parte.

Se cometen estas falacias de composición cuando se atribuye la característica de algo o alguien, al grupo o conjunto al que pertenece; del mismo modo, pero a la inversa, la falacia de división se da cuando se atribuye a algo o al alguien una característica estereotípica de su grupo o conjunto.

  • Ejemplo de composición: “En mi vida he conocido a varias personas de Rumanía y te puedo decir que los rumanos son muy meticulosos en todo lo que hacen”

En este ejemplo de composición se está generalizando unas características concretas de una muestra pequeña de personas a toda la población rumana. Esto es un error en la medida que unas pocas personas no pueden representar a una población entera. Seguramente si esa persona conociera a los casi 20 millones de rumanos, encontraría gente de todo tipo: meticulosos, descuidados, torpes, eficaces…

  • Ejemplo de división: Las mujeres son más longevas que los hombres porque promedian mayor esperanza de vida; cualquier mujer vive más que un hombre.

En este caso, se está atribuyendo una característica promediada de la población femenina a cada mujer, pero esto es incorrecto. Si atendemos a casos individuales podemos encontrar fácilmente hombres que viven más que las mujeres.

Enemigo de paja o falacia del espantapájaros

Trata de tergiversar el argumento del contrario para hacer de él una hipérbole, ridiculizando el discurso de forma que este pierda fuerza y sea más fácil de atacar.

Esta falacia también es muy habitual. Normalmente se da cuando alguien distorsiona lo que dice el otro llevando su argumento al absurdo para convertir lo dicho en algo que no deba tomarse en serio.

  • Ejemplo 1: “Tú dices ser muy amante de los animales, pero luego ni siquiera prestas atención por donde pisas por si puedes matar a alguna hormiga, farsante”.
  • Ejemplo 2: “Los evolucionistas pretenden que nos creamos que la existencia del universo y los seres vivos en la Tierra es producto del azar y la evolución. Es tan absurdo como pensar que si tiramos un montón de chatarra al aire podamos esperar que caiga un coche acto seguido”.

El argumento circular (petitio principii, petición de principio o presuponer la conclusión)

Este argumento utiliza conclusiones que son espejo de la propia premisa y de hecho se utilizan para respaldarlas. En realidad, las conclusiones deben ser desprendidas de las premisas y no ser lo necesario para dar solidez a estas. Es decir, la veracidad del argumento no debe depender de justificar las premisas en base a las propias conclusiones.

  • Ejemplo 1: Platón escribió “Debemos aceptar las tradiciones de los hombres de antaño, que afirman ser la descendencia de los dioses. Eso es lo que dicen, y seguramente tienen razón. ¿Cómo podríamos dudar de la palabra de los hijos de los dioses?”

En este ejemplo se concluye que las tradiciones de los antiguos deben ser respetadas ya que dicen ser descendientes de los mismos dioses, pero reafirmar este respeto se basa justamente en que son precisamente los descendientes de los dioses con “¿Cómo podríamos dudar de la palabra de los hijos de los dioses?”. Este es un error bastante grave, porque se está argumentando asumiendo que la conclusión es cierta, y por tanto no requiriendo más que el propio hecho para dar valor de verdad al argumento.

  • Ejemplo 2: “Dios existe, porque así lo dice la Biblia, que, al ser la palabra de Dios, no puede ser falsa”.

Este es otro ejemplo de circularidad. Esta cimentando el argumento presumiendo que la existencia de Dios es cierta, y la conclusión únicamente redunda en ello: Debido a que Dios existe y sus palabras han sido grabadas en la biblia, esto es que Dios existe. En ningún momento se está dando hipótesis, conjeturas, alternativas o posibilidades reales de que existe o no Dios, solo se asume y la falacia es un reflejo de ello.

Falacia de la pregunta compleja

Se trata en utilizar una pregunta que sea capciosa y tendenciosa, de tal manera cualquier cosa que responda la otra persona resultaría en un efecto contraproducente a favor de la persona falaz.

Son callejones sin salida, una formulación que implica sí o sí quedar en mal lugar en caso de decidir responder a la cuestión.

  • Ejemplo: Una persona pregunta a otra “Entonces caballero ¿puede usted decir que es igual o incluso más irresponsable que antes?

En este caso, cualquier cosa que se responda deja en mal lugar al que contesta. Si responde “Sí” asumiría que ahora su comportamiento es más irresponsable o no ha variado en absoluto. Si responde “No” asume que ha sido irresponsable en el pasado y todavía lo sigue siendo, aunque sea en menor grado.

Este tipo de falacias es algo que se tiene en cuenta en el contexto jurídico, y es de facto motivo suficiente para interpelar al respecto y rechazar preguntas realizadas que se consideran inadecuadas por algunas de las partes.

Falacia de autoridad (ad verecundiam)

Consiste en utilizar erróneamente una figura de autoridad o reconocimiento para validar un argumento.

Hoy en día es muy común que a través de las redes sociales y los influencers se divulgue información totalmente errónea y que pese a ello pueda calar hondo en la sociedad solo por el mero hecho de que esa información es sostenida por alguien con bastante notoriedad. Sin embargo, ya sabemos cómo suele acabar esto.

  • Ejemplo: en este caso, tomamos un ejemplo real. La influencer de Instagram Marina Yers colgó una publicación de ella explicando que el agua realmente tiene un efecto deshidratante, simplemente porque, al contrario que un bote de suero rehidratante, en una botella de agua común no indica en ninguna parte que pueda hidratar (incluso esto sería un ejemplo de falacia “llamada a la ignorancia” que vimos anteriormente). Seguramente hubo gente que sostuvo que el agua es capaz de deshidratar debido única y exclusivamente a que lo dijo una instagramer muy reconocida a la cual seguían.
Marina Yers y su agua deshidratante

Es necesario tener cuidado con el uso de figuras de prestigio y autoridad en la publicidad o simple difusión de un mensaje, además de que el propio colectivo de influencers hagan concienciación de la información que transmiten. Son personas con una masa ingente de seguidores que, al respetarlos sin cuartel, pueden no poner en tela de juicio lo que dicen aunque estén equivocados.

Para usar adecuadamente una figura de autoridad, es necesario que dicha figura sea experta en la materia de la que se informa y además sea ampliamente reconocido por ello. Además, se debe tener en cuenta que no solo por “tener un nombre” ha de creérsele diga lo que diga. Sus aseveraciones deberán venir acompañadas de argumentos sólidos y fundados, aunque no dogmáticos, de forma que si otro experto ofrece argumentos más certeros y consistentes puedan emplearse estos como nuevo argumento.

Argumento de las consecuencias adversas

Esta falacia casi se puede decir que apela al miedo, señalando que, si se sigue cierta afirmación, posición o punto de vista, concluirá en consecuencias negativas y desagradables, razón por la que debería rechazarse.

  • Ejemplo: “La postura sobre que seamos fruto de una serie de casualidades y que haya vida en la Tierra por mero azar supondría que nuestra existencia nunca ha tenido un propósito y no somos más que unos seres que viven de prestado y deben dar gracias a la suerte por vivir”.

La persona sostendría que hemos tenido que ser creados con algún tipo de finalidad. Esto entra en conflicto con que seamos producto de una concatenación de circunstancias arbitrarias que han resultado favorables para nuestra existencia, sin un plan concreto para nosotros. Como tal, el argumento apela al efecto desagradable que supone esta posibilidad para quitarle valor.

La falacia del accidente o argumento especial

Se refiere a una estrategia basada en utilizar argumentos ad hoc (convenientes) para poder salvar la crítica del argumento.

Seguramente te suene la típica situación de alguien que, por orgullo, prefiere no darle la razón al otro, y lo que hace ante cada aplastante contraargumento es buscar una nueva explicación que salve su opinión o idea. De esta forma, la persona intenta inmunizar lo que afirma, independientemente de los datos o afirmaciones en contra que aporte la otra persona.

  • Ejemplo: Si, por ejemplo, la bolsa baja, se dice que es (por ejemplo) por “los malos datos del paro”. Si, en otra jornada, los datos del paro también son malos pero a pesar de ello la bolsa sube, se dice que es por “las buenas perspectivas de la inflación”. Si, en otra ocasión, hay buenas perspectivas de la inflación, no hay datos negativos del paro, y a pesar de ello la bolsa baja, se afirma que eso se debe a “las tensiones del mercado del petróleo”. Y así sucesivamente.

Error de disponibilidad

Se basa en tomar en excesiva consideración hechos, situaciones o circunstancias puntuales como si fueran una norma general.

Es un error de generalización, es decir, un problema inductivo tal y como vimos en el apartado de “¿Qué son los argumentos?”. Muchas veces, esto ocurre incluso por nuestros propios mecanismos cognitivos. El cerebro suele actuar con lo que se denomina heurísticos, unas herramientas cognitivas que sirven para simplificar la información que se ha de procesar. En este caso, solemos recurrir a hechos o información como referencia que estén fácilmente disponibles en la memoria. Cuanto mayor impacto emocional y sobresaliente sea, más fácilmente se evocará. Al ser evocado más fácilmente se interpreta como signo de mayor representatividad, tomándose para elaborar esencialmente un determinado juicio o argumento.

  • Ejemplo: Cuando se estrenó la película “Tiburón” (1975) de Steven Spielberg, hubo un miedo generalizado a bañarse en el mar. Además, el terror que generó la propia película fue suficientemente saliente para que fuera difícil quitársela de la cabeza. En ese entonces, un argumento habitual podía ser “Es mejor no bañarse en el mar. Es muy probable que si hay tiburones puedan atacarte y convertirte en su presa”.

El argumento del tiburón únicamente está fundado por un único hecho (además ficticio): la película. La realidad es que rara vez los tiburones atacan o quitan la vida a los bañistas. Pero en realidad, en promedio, estos animales se cobran la vida de 5 personas al año en ataques no provocados. De hecho, el tiburón tendría más razones de temer a los humanos que al revés, pues somos nosotros los que acabamos con millones de estos animales al año.

Incomprensión de la naturaleza de la estadística

Como su nombre indica, se trata de la dificultad que tiene le ser humano para entender las situaciones desde un punto de vista estadístico.

Normalmente somos bastante deficientes en esta faceta y de hecho hay varios problemas que dejan en evidencia nuestra capacidad de tomar decisiones que son estadísticamente más favorables que otras (se invita al lector ver el video sobre el “Problema de Monty Hall”). Esto se debe a que naturalmente no usamos la estadística para tomar decisiones, sino que utilizamos otros recursos para ello (como los heurísticos). De facto, la inmensa mayoría de las veces funcionan, causa principal de que sigan siendo útiles.

  • Ejemplo: Una mujer va a comprar un número de la lotería tal y como suele hacer mensualmente. Cuando ve el número premiado, descubre que este es “00204” que no es ni remotamente parecido al suyo. Ella se queja diciendo “¡Por Dios! ¿Cómo puede ser que haya salido ese número? Si es horrible… es imposible que salga un número así con tantos ceros ¡Qué mala suerte tengo!”.
Problema de Monty Hall en 1 minuto

La mujer asocia por alguna razón la estética del número con la probabilidad que tiene de salir premiado. Esto es algo que me he encontrado mucho a lo largo de mi vida. Muchas personas creen que un número como, por ejemplo “00000” es muy improbable que salga y, en cambio, un número como “42.165” es un boleto que sería más sensato comprar. Sin embargo, esto no funciona así. Cada número es igual de probable que salga, de lo contrario, no sería azar, y por supuesto no tendría sentido tampoco que todos los boletos valieran lo mismo si hay diferencias probabilísticas entre ellos. Si suponemos un conjunto de 100.000 números (desde 00000 hasta 99.999) cualquiera de ellos tiene la misma posibilidad de salir, con una probabilidad de 1/100.000. Y lo siento, esto es independiente de lo cuqui o bonito que te parezca el número.

Falacia de la pista falsa, arenque rojo o Red Herring

Este tipo de falacia supone introducir un elemento ajeno (aunque puede estar relacionado) al tema principal de discusión, de forma que se distrae a la persona de lo que se ha de tratar. Es una maniobra de distracción o despiste que desvía el tema hacia otro lado que no sea la cuestión nuclear de debate.

A veces con estos argumentos se entra en una especie de debate eterno sin darte cuenta, principalmente en situaciones donde dos personas son muy cercanas pero poco asertivas. En la discusión, en un arrebato de despecho, empiezan a sacar a colación problemas que no tienen que ver con lo que originó dicha discusión o con el problema que tienen realmente en ese momento.

  • Ejemplo: Una persona le dice a otra “Ya te he dicho muchas veces que no me gusta que me llames mientras estoy en clase. No lo pongo en silencio por si es una llamada importante y encima no era el caso ¡Me llamaron la atención para nada!”. La otra persona contesta “Es que me parece bastante injusto que pusieran esa norma hace unos años ¡El principal problema viene de los profesores, si la gente usa el móvil porque se aburren en sus clases no es culpa nuestra!”.

En este ejemplo, la queja lícita de la primera persona es desviada mediante la crítica al reglamento de la institución académica, quizás en un intento de evitar la reprimenda y dirigir la culpa al profesorado y las decisiones normativas.

4.2. Falacias formales

Antes de continuar con las falacias formales, se tienen que mencionan los 2 tipos de proposiciones típicas en lógica proposicional:

  • Modus ponens: sigue la regla “si P entonces Q; por tanto, si P es verdad, entonces Q también lo es” donde la P es el antecedente y Q el consecuente (p.ej. si voy al supermercado entonces compro carne).
  • Modus tollens: sigue la regla de “si P entonces Q; por tanto, si no Q, entonces no P” (p.ej. Si María va al cine entonces Pedro también estará -> Pedro no estaba en el cine, entonces María no fue al cine)

A estos dos argumentos, se le suman otros dos como es la afirmación del consecuente “si Q, entonces P” qué es el inverso del modus ponens; y la negación del antecedente “si no P, entonces no Q”, qué es el inverso del modus tollens. Estos argumentos realmente son falacias y no tienen valor de verdad, ya que si afirmamos el consecuente en el primer ejemplo “si compro carne, entonces he ido al supermercado” caería en el error de pensar que no has podido comprar la carne, por ejemplo, en una charcutería local. En el caso de la negación del antecedente, apostaríamos por “María no ha ido al cine, entonces Pedro tampoco”, pero en esta sentencia debemos tener en cuenta que Pedro puede ir con otros amigos, ya que la condición inicial era que, si estaba María, entonces estaría junto a Pedro, pero no se habla sobre qué ocurre cuando no está María, y ahí caben otras posibilidades como la comentada.

5. Reflexiones finales y un regalo

Hasta ahora has visto muchos ejemplos de cómo no debes argumentar, si lo que quieres es poder tener un diálogo fructífero y eficaz con otra persona. Cuando te veas en la necesidad de crear un argumento, recuerda que siempre debes hacerlo centrándote en el tema de discusión y no en la persona u otros aspectos tangenciales que no tienen que ver con dicha discusión.

Aquí entra también en juego tu honestidad y gestión emocional. Muchas veces usamos las falacias sin darnos cuenta, y otras veces de forma deliberada debido a problemas de orgullo, odio, dogmatismo, rechazo visceral a la crítica… Este es un trabajo incluso más importante que una buena argumentación, porque quizás tengas todo el conocimiento en tu poder para llevar a cabo una exposición exquisita de tus argumentos, pero ciertas variables disposicionales te dificulten ser totalmente sincero y sereno en, por ejemplo, una discusión. Te recomiendo que hagas introspección sobre por qué en ocasiones puedas estar cometiendo estas falacias de forma consciente y, de esa forma, estar en una postura más proactiva para poder cambiarlo. Después de esto, estarás preparado para debates realmente enriquecedores.

El conocimiento de las falacias no solo es esencial para que puedas argumentar bien, sino para detectarlas en otros y poder encauzar el debate en el camino que debe seguir. Sin menospreciar que habrá quienes las usen contra ti voluntariamente para manipularte. En tal caso, tendrás las herramientas necesarias para prevenir ser influenciado por aquellos que buscan sacar provecho de ti.

5.1. Tarea para casa

Para acabar con el artículo, me gustaría proponerte una actividad que puede serte útil en la consolidación de este conocimiento si quieres tomarte en serio el llevarlo a la práctica. La práctica es la mejor forma de que se afiancen nuevos aprendizajes y para ello podemos usar una tabla como la que se muestra a continuación. Esta tabla se llama autorregistro, y es un pilar básico en el tratamiento psicológico para que los pacientes puedan aprender nuevos comportamientos que necesiten incorporar para mejorar sus vidas. Con él, haces un registro de los distintas pensamientos, conductas o emociones que se desean cambiar, o para tomar consciencia de para trabajar en

Cuando ocurra una situación en la que entre en juego la argumentación (discusión, debate, opiniones puntuales vistas en televisión o redes sociales…) registrarás:

  • Fecha y hora en que sucede.
  • Situación donde ocurre la falacia (personas involucradas, lugar).
  • Mensaje falaz, es decir, se apunta el argumento erróneo utilizado por la persona.
  • Identificación del tipo de falacia (p.ej. falacia de la causa falsa).
  • Si la cometes tú, indicar cómo te sientes y por qué piensas que la has utilizado. Se una persona honesta contigo, esto te ayudará a saber en qué puntos personales puedes trabajar para conseguir una mejor versión de ti.
  • Alternativa correcta para la falacia utilizada. Escribir cómo hubiera sido una buena argumentación en su lugar o una buena respuesta (a veces no necesitarás un argumento, solo una respuesta adecuada).
Ejemplo de autorregistro

Puedes incorporarla en tu vida diaria de manera que no te sea difícil hacer el registro y donde se vea fácilmente para que no se te olvide utilizarla. Un método bastante efectivo es hacer esta tabla en tu móvil para que puedas tenerla a mano rápidamente, y utilizar algún tipo de señal que te recuerde usarla (una alarma, un indicador visual en la pantalla de inicio del móvil o en la tapa…).


Referencias bibliográficas

Fuentes principales para la documentación:

  • Martínez Zorrilla, D. (2016). Una breve introducción a la argumentación. Universitat Oberta de Catalunya.
  • Allen, S. (2017). Falacias lógicas. Las 59 falacias lógicas más poderosas. CREATESPACE.
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